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Estaba en la academia de guerra, en Irak. Había aprendido a pilotear un F-15 de forma muy grandiosa,
ya que con dos años de entrenamiento estaba preparado para ser un piloto de combate. En la
academia conocí a una muchacha muy simpática llamada Erika, con la cual teníamos mucho fiato
y feeling. Conversábamos mucho de aviones y de las pasiones de las cosas que nos gustaban. Nos
habíamos hecho grandes amigos. Un día, saliendo con ella, fuimos a comer a un rico restaurante.
